Friday, October 06, 2006

Les Luthiers en Mexico: nada nuevo, pero ni falta que hizo

Como este blog es una celebración de todo el sur, viene al caso esta notita publicada por el alter ego del bloguero en La Jornada de hoy sábado 8 de octubre.

Jorge Anaya

Uno de los rituales más entrañables de la laicidad melómana comenzó a cumplirse este jueves en el Auditorio Nacional, en la liturgia oficiada por el irreverendo Marcos Mundstock y sus inmanejables acólitos, mejor conocidos como Les Luthiers, ante una feligresía ávida aunque menos numerosa de lo que sería de esperarse luego de tres años de ayuno, quizá porque muchos aguardaron las funciones de viernes y sábado, por la lluvia o porque no faltó quien se molestara con el grupo argentino porque no “trae nada nuevo”, como si se tratara de artilugios tecnológicos y no de uno de los ensambles musicales más notables de los últimos 40 años.
Para mayor afrenta de los exigentes de novedades, el espectáculo que presentaron esta vez los lauderos en México, como principio de una extensa gira internacional, ni como antología es recién parido. Según la página web del grupo se “estrenó” en el teatro Astengo de Rosario en fecha tan lejana como 2002, y en Buenos Aires el masoquista público estuvo tan a sus anchas con la nueva colección de vejestorios que aguantó dos temporadas seguidas con ella en el teatro Coliseo y todavía una más en el Rex, cuya última función fue en agosto de 2004.
No menos complacientes (y complacidos) se mostraron la noche del jueves los miles de fanáticos que desde las localidades del Auditorio corearon, aplaudieron y festejaron cuanto gracejo ensayaron los visitantes, por consabido que fuese. Y por supuesto, al conjuro del nombre del maestro Johann Sebastián Mastropiero la cauda de aplausos fue inconmensurable.
Del programa original de Las obras de ayer fue de lamentarse la ausencia del célebre gato didáctico El explicado y de la Canción a la independencia de Feudalia, tal vez para ajustar el recital a horario o porque la energía ya no da para tanto. A final de cuentas se trata de un conjunto de rozagantes sesentones (el menor del grupo, Jorge Maronna, frisa los 58), aunque eso no impidió a los Carlitos (Núñez y López Puccio) y al propio Jorge probar su agilidad en el “rip al rap” Los jóvenes de hoy en día, ofrecido como encore aunque con un ritmo más lento que el recordado de su recital anterior y sin tanta voltereta como entonces.
Pero volviendo al principio, los hilarantes salmos sectarios de El sendero de Warren Sánchez vinieron muy a tono ahora que la televisión de paga se infesta cada vez más de predicadores de toda laya y los viejos cines y teatros se convierten en reductos de salvación de almas desencaminadas. La balada del 7º Regimiento, en cambio, se antojó demasiado desfasada en estos tiempos de guerra preventiva, en tanto la Cantata del adelantado don Rodrigo Díaz de Carreras… aportó un saludable toque latinoamericanista y caribeño en un entorno en el que los intereses de la clase política se pliegan cada vez más a los dictados del norte aunque el discurso oportunista se pueble de sensibleras referencias al sur.
La tarantela litúrgica San Ictícola de los Peces habrá traído a más de uno el recuerdo de cierto robusto cardenal a quien últimamente le han sacado a balcón algún desagradable episodio de su pasado, y el ten-step Pepper Clemens Sent the Messenger… cumplió con creces la función de exhibir el virtuosismo de los ejecutantes en toda clase de instrumentos, de lo convencional a lo inverosímil; en cambio, Quien conociera a María amaría a María constituyó el momento más flojo del concierto, pese a la notable mímica mimosa de Marcos Mundstock y Carlitos Núñez.
Cerró el programa La hora de la nostalgia, que algo tuvo, a saber si con intención, de broma a costillas propias. Luego del rap ya citado y de la ovación final, por las escalinatas hacia la salida los devotos discutían a voz en cuello las canciones y momentos que ellos habrían escogido –nadie quedó del todo satisfecho con la selección de antiguallas–, los revendedores contaban sus ganancias, los vendedores de piratería pregonaban su mercadería y era fácil constatar una veneración que sigue creando escuela, a juzgar por la cantidad de adolescentes y niños a quienes sus padres educan –sin necesidad de mucho esfuerzo, al parecer– en el culto luthierano.
Alguien comentaba que fue a ver Las obras del ayer porque quién sabe si habrá todavía mañana para Les Luthiers, pero basta recordar a los iconos del Buenavista Social Club y sus hazañas a los noventa y tantos para convencerse de que no hay nada que temer y sí mucho que esperar. Por ejemplo, aún no se estrena en México Los premios Mastropiero, éste sí integrado por piezas totalmente nuevas, con el cual el grupo concluyó temporada a finales de agosto pasado en el Rex de Buenos Aires, con llenos cada noche a lo largo de varios meses. Hay, pues, puntadas elegantes y arte para rato.

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