Wednesday, October 11, 2006

Un periodista español recorre Chile

En un reciente viaje por Argentina y Chile (que me prometo ir narrando en próximas entradas), tuve suerte de encontrarme, nada menos que en la Chascona -la casa que Neruda construyó en Santiago para Matilde- con un periodista español llamado Alberto Morales. Alberto andaba de vacaciones, pero ya se sabe que un periodista nunca descansa, así que fue recogiendo impresiones y a su regreso publicó en el diario Córdoba un artículo que constituye un excelente panorama del país andino en la era Bachelet. Lo copio enseguida.

EL PRIMER AGOSTO DEL CHILE DE LA BACHELET

Regreso a Santiago más de treinta años después, pese a no haber estado nunca en su suelo. Lo hago por el interés de saber como es ahora el país, tras conocerlo por Víctor Jara, Intiillimani, Violeta Parra, Salvador Allende, Pablo Neruda, Patricio Guzmán, la Cantata de Santa María de Quique y la mina de el Teniente, por decir sólo algunas de las referencias de mi juventud. Una generación que vivió el bombardeo de la Moneda y con él el derrumbe de una de las pocas esperanzas de desarrollar el socialismo democrático, dado que el real convertía al Estado en el nuevo tirano de sus súbditos. Impresiona en su entrada, sobrevolar los Andes. La Cordillera que separa la Argentina y que custodia en sus blancas cimas la capital del país. Más abajo, la ciudad tiene el pulso de cualquier otra urbe europea. Oficinas y bancos. Muchos bancos. Arterias urbanas en las que se precipitan los empleados de ellos, de las tiendas y de la innumerable cifra de farmacias que salpican todas las ciudades chilenas. En el corazón de Santiago, la Moneda y con ella la primera emoción. Estar cara a cara frente a la casa presidencial donde se cometió uno de los crímenes más viles contra un pueblo en el último tercio del SXX y a la vez donde se desplegaron tantos anhelos de cambio. Allí, custodiada por decenas de carabineros de idéntico uniforme a los del 73, con chalecos antibalas incluidos, la puerta donde Allende se fotografíó con metralleta en mano defendiendo la libertad que segó el Comandante traidor. Con todo, tres décadas y pico después, el presidente socialista ha vuelto para mí a la Moneda en una estatua cuya placa reza: “Tengo fe en Chile y su destino.11 de septiembre de 1973”. Claro que para que no de mucho cante, enfrente le han colocado a otro ex presidente, éste conservador, Jorge Alessandri Rodríguez, que lo fue antes que Eduardo Frei Montalvo. Quien también tiene su lugar en la plaza ahora llamada de la libertad. Frei, que falleció el 22 de enero de 1982, al parecer por una extraña complicación inesperada en una operación intrascendente, ha vuelto a ser noticia este agosto .Uno de los médicos que lo atendió declaraba hace unas semanas que “hubo manos negras” en la muerte del ex gobernante, revelándose que es más que probable que un apósito sobre la herida en el quirófano pudo estar contaminada intencionadamente y eso en realidad le causó la muerte. La familia del ex presidente, que siempre sospechó que el fallecimiento de Frei fue intencionado, lo relaciona con el asesinato del químico chileno Eugenio Berríos, que murió tras ser secuestrado y llevado a Uruguay en 1991, en una operación instigada por agentes del ejército chileno, destinada a silenciar al ex agente. El vendaval político-mediático fue formidable durante todas las semanas del mes ocho. En las informaciones difundidas, la mayoría de ellas en las televisiones, que aquí han superado al papel, se apunta a los servicios de inteligencia del dictador como responsable del crimen, en unos años donde Frei estaba apretando contra el régimen, curiosamente tras consentir veladamente el asedio de la Moneda. Creía la Democracia Cristina que los sables durarían poco y que ellos serían los grandes beneficiados de la asonada. Se equivocaron. La Junta se perpetuó hasta finales de los ochenta. Si bien tras mi estancia en el país andino, sospecho que los milicos no se han ido del todo. De hecho el dictador está en su cárcel de lujo, en su casa de abuelito entrañable, y muchos de los criminales también gozan de demasiada impunidad. En este clima, el actual Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Chilenas dijo en estas fechas que comparto aquí, que “caso de que el general falleciera ahora, se le rendirían honores castrenses en función de su alta graduación, ya que no pesa sobre él ninguna condena en firme”. La ministra de Defensa no firmó el cese fulminante del Jefe y sus declaraciones fueron endulzadas por el ejecutivo que preside Michelle Bachelet. En este sentido, la revista “el periodista” titulaba en su número de 25 de agosto “Seis testimonios de ex uniformados mencionan al general Miguel Trincado, el oficial con mando sobre la mayor cantidad de tropas del país en la actualidad y juez militar, como el hombre de inteligencia que participó en la remoción de los cadáveres de 26 prisioneros de Calama asesinados por la Caravana de la Muerte y cuyos restos fueron arrojados al mar hace 30 años” .

Un clima que preside Michelle Bachelet. La primera jefa de estado que tiene Chile. Su padre fue asesinado por la dictadura y ella misma torturada por la despiadada DINA.Tiene gran magnetismo mediático. Es pediatra de profesión. Sonríe tanto como nuestra alcaldesa, pero en realidad a los cinco meses de su elección no le escuché algún tono progresista en sus muchas declaraciones públicas. Sí dijo que los próximos presupuestos generales van a ser más sociales, pero también allí se están construyendo más prisiones. Chile tiene una tasa altísima de presos. La mayor de Sudamérica. En un país con 16 millones de habitantes, tiene casi los mismos reclusos que España: 60 mil. Y en este agosto el equivalente a nuestro defensor del pueblo criticó el endurecimiento que van a hacer de las leyes en la llamada agenda corta, que penalizará a los reincidentes con más condenas. Sorprendió que horas después el Ministro del Interior le reprendiera públicamente por su “atrevimiento”. La independencia de este órgano es puesta en entredicho, ya que incluso algunos se atrevieron a pedir su cese por ir contra la línea oficial del Gobierno. La Bachelet del partido socialista dirige el gobierno de la Concertación. Una heterogénea mezcla formada por el Partido Demócrata Cristiano, el Partido de la Democracia, el Partido Socialista y el Partido Radical Social Demócrata, que gobierna Chile desde 1990.Una fórmula que recuerda a la desaparecida UCD. A primeros del mes que resumo, se “candidateaban”, expresión singular chilena para evidenciar las puñaladas traperas internas en ese ejecutivo, no pocos aspirantes a suceder a la Presidenta. Un animado debate a las pocas semanas de formar gobierno que la Bachelet medió proponiendo un año más de legislatura para dar tiempo a las reformas prometidas. La controversia continúa y puede que tenga la Concertación sus días contados como sería de prever. Pero a su derecha hay mucha derecha y a su izquierda un partido comunista que no tiene representación parlamentaria. En buena medida por el sistema de elección, llamado binominal, que la presidenta dijo habría de ser cambiado a través de un plebiscito, rechazado horas más tarde por sus socios de gobierno. La médico de niños inició su mandato con los “pingüinos”, como la prensa titula a los estudiantes de secundaria, en la calle pidiendo cosas tan básicas como que la comida fuera decente en los centros escolares o bonos gratis de transporte. Los carabineros han reprimido las manifestaciones con los camiones de cañones de agua, que arrastraban por el asfalto a los opositores de la represión. La enseñanza, que es un gran negocio en Chile. La mayoría es privada concertada. El gobierno paga por niño matriculado y las empresas usan a su antojo ese presupuesto, escatimando medios para una buena educación. Cualquiera en ese país puede poner una escuela, sin apenas requisitos. Dependen además del ámbito municipal, siendo el Ministerio de Educación un mero gestor presupuestario y programático. Y esa vinculación a los alcaldes la convierte en un caos inestable, porque cambian los ediles, como aquí cada cuatro años. La enseñanza pública es tan deficiente y está tan devaluada que las clases medias no envían a sus vástagos a ella. Los profesores ganan poco, cunde la desmotivación como aquí y se percibe también cierto clima de violencia escolar, ante la frustración de la comunidad educativa de no tener los medios necesarios para impartir un conocimiento, que por otra parte, como aquí, resulta anacrónico por los cambios socioculturales que ha impuesto la Revolución Informática.
Sin embargo ni una sola promesa he oído al gobierno socialista de efectuar cambios estructurales en esta cartera. Es más que probable que de tocar esa pieza estructural, la rebelión de los empresarios de las aulas haría tambalear la Moneda. Como tampoco he leído una línea para acometer otra gran reforma en la Sanidad. Sí ha cambiado con la Bachelet la atención a los mayores, que por fin van a tener asistencia universal y gratuita, menos mal. Pero para el resto del contribuyente, la privada forma parte del capítulo de gastos de una familia tipo, ya que en la pública la precariedad es la norma y las listas de espera son de años. Conocí a una voluntaria en un sanatorio de Valparaíso que recogía compresas para dárselas a las parturientas al no disponer el hospital de ellas. También leche maternizada y otros productos de primera necesidad en la planta de alumbramientos del centro sanitario.
Y conocí también a los pescadores de Mehuin, localidad costera del Pacífico que fueron tiroteados por un buque de la Armada cuando con sus barquillas trataban de impedir los estudios de impacto ambiental que permitan verter al mar los residuos tóxicos de una celulosa ubicada a varias decenas de kilómetros del pueblecito. La presión y la resistencia duran ya 10 años. Durante ese tiempo la celulosa ha envenado cauce abajo del río Cruces un lugar llamado, paradójicamente, Santuario de la Naturaleza. La toxicidad de los residuos de cloro ha matado a miles de los llamados cisnes de cuello negro y han emigrado a otros muchos más. Con esa prueba irrefutable de la nocividad del vertido, los pescadores de Mehuin mantienen un fuerte pulso con los intereses papeleros que ampara el gobierno. Han creado su propia caja de resistencia y hablan por walkie-talkies, porque aseguran que los teléfonos están pinchados. Horas antes de mi visita a ese paraíso del Pacífico, a la altura de Valdivia, una compañía de carabineros tomó el lugar en una manifestación de la prepotencia de las autoridades que así evidencian su complicidad con la empresa del papel. Lo cierto es que las madereras son uno de los pilares de la economía chilena, sobre todo en el Sur. El coste ambiental va a ser elevado en unos años, tras haber deforestado medio país de su árbol más emblemático, la araucaria, sustituyendo el bosque autóctono chileno por gigantescas plantaciones de eucaliptos y pino de rápido crecimiento. Grandes consumidores de agua, que allí es cierto no falta, pero que esquilma el suelo y acabará dejándolo estéril.
Como el desastre que va a suponer en unos años la contaminación que están provocando las salmoneras. Chile, tras Noruega, es la segunda exportadora del mundo del pez rosa. Pero aquí también se paga una factura ecológica. La cría en cautividad de estos peces está causando la elevación del ph del mar donde se localizan las salmoneras debido a la alta concentración de nitrógeno de sus heces. Esta especie es además muy depredadora y está acabando con las otras autóctonas de la zona en la Isla de Chiloé. Patricio, investigador universitario mapuche, me cuenta además que los salmoneros disparan a matar a los lobos marinos, abundantes en estas costas, “porque se comen los salmones y destrozan las jaulas donde los crían”. Trabaja en un proyecto para cultivar algas en los criaderos de un suculento marisco llamado loco o avalon, muy cotizado por los japoneses que pagan hasta 25 dólares por kilo. Y está en eso porque las algas que los alimentan, “sargazos”, hay que traerlas de mucho más abajo, de la Patagonia, con los gastos que ello supone y alteración consiguiente en el ecosistema marino. Patricio se muestra orgulloso de pertenecer a los mapuches. Unica Comunidad Indígena que ha sobrevivido a la Santa Cruz y la Espada de los Conquistadores -un restaurador en Corral me dijo que “los españoles en aquellos tiempos habíamos vaciado las cárceles para saquear el país y lo demás”-, el pueblo mapuche no tiene reconocimiento expreso constitucionalmente. Representa tan sólo el diez por ciento de la población chilena. Y con la vuelta a la democracia los mapuches reclamaron sus tierras de labor, que los colonos les fueron arrebatando siglo a siglo. Algunos en la réplica al robo de notaría y escritura de propiedad, se echaron al monte y comenzaron a quemar casas de labranza y granjas y a destrozar los cultivos. Varios de ellos fueron encarcelados bajo la ley antiterrorista y, al comienzo del mandato de la Bachelet, cuatro protagonizaron una larga huelga de hambre para que se les reconociese que eran presos políticos y no delincuentes. Pocos días antes de mi vuelta, en un incidente con los carabineros, un policía mató a un mapuche, con la consiguiente carga simbólica que tiene esa muerte en un pueblo que es usado como reclamo al viajero en el llamado etnoturismo, pero al que se le niegan, no sólo las tierras que le quitaron, sino ayudas de emergencia al ser uno de los colectivos más desfavorecidos chilenos.

Un país que tiene en invierno, agosto es nuestro febrero, mucho atractivo para el visitante. Sus impresionantes volcanes nevados de casi tres mil metros de altura, esquiables como el Villarrica en Pucón, los lagos donde se reflejan, una buena red de parques nacionales infradotados para el potencial que encierran, como el de los Saltos del Petrohué, que observa majestuoso el Volcán Osorno, la Isla de Chiloé con sus impresionantes iglesias del S XVIII declaradas patrimonio de la humanidad, Valparaíso, la ciudad de los Cerros, donde por cierto permanece el Congreso de los Diputados tras alejarlo de Santiago el antiguo Régimen, Viña del Mar y Concón con sus maravillosas playas, mariscos y vino. ¡Ay el vino chileno…! De una gran calidad y sobriedad, los caldos tintos de allá no desmerecen ni un ápice a nuestros riojas o riberas. Su relación precio calidad es excelente y sus bodegas constituyen hoy en día otro motivo para visitar este país, en unas rutas ya organizadas en el Valle de Colchagua o en Talca, en la zona centro del país.

Pero además de los placeres de la carne, Chile tiene a buen recaudo los placeres del alma. La del poeta Pablo Nervuda que se puede leer en cualquier parte del mundo, pero que se puede ver en alguna de las tres casas que el autor de los "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" tenía en su país. La Sebastiana en Valparaíso, la Chascona en Santiago y la de Isla Negra, donde reposan sus restos junto con los de su última esposa, Matilde Urrutia. En cualquiera de ellas, tal vez donde más en Isla Negra, se puede palpar el universo mágico, simbólico, político y personal del premio Nobel de literatura que tampoco sobrevivió al golpe en una enfermedad acelerada por las bombas que machacaron la Moneda. La fundación que lleva su nombre ofrece visitas guiadas en dos de ellas y para los amantes de su literatura representa un inmenso placer recorrer las habitaciones donde amaba, escribía y bromeaba el que escribiera “Confieso que he vivido”. La infinidad de objetos curiosos que adornan sus tres casas retratan el mundo de Neruda, que gracias a sus versos es en parte también algo nuestro.
Un Agosto en el que además se cumplieron 100 años del maremoto, tsunami que destruyó casi por completo Valparaíso, en el que se concedió el Premio Nacional de Literatura al escritor y periodista José Miguel Varas, autor de cuentos de gran belleza, conocedor de la vida y obra de Neruda y ex comunista que a través de Radio Praga emitía “otras” noticias a su pueblo en la época en la que solo había un “parte”. Un mes donde fue muy polémica la exposición del antipoeta Nicanor Parra, en el Centro Cultural Palacio de la Moneda, que le costó el puesto a su directora, contraria a que el provocador artista ahorcara a todos los presidentes chilenos, desde O´Higgins hasta Ricardo Lagos, con la leyenda “El pago de Chile”, que finalmente inauguró la propia Presidenta, que testimoniaba así su apoyo a la libertad de expresión y creación, silenciadas durante años desde la planta más arriba donde se muestra la “subversiva” exposición.

En la conclusión de este viaje, sin duda el momento más emotivo. El homenaje de las víctimas de la dictadura al Juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón. En mi última tarde allí, el 31, varios centenares de personas se fundían en emotivos abrazos a quienes (junto a Garzón estuvo también el fiscal Carlos Castresana) mantuvieron al criminal arrestado en Londres 503 días en 1998. Al acto acudió igualmente el juez chileno Juan Guzmán, que procesó al ex dictador por la muerte de 75 personas y lo mantuvo arrestado en su casa 42 días en 2001. Pinochet salió bajo fianza. El encuentro se produce en el tristemente célebre patio 29. Una gran parcela en el Cementerio General de Santiago, donde los golpistas fueron enterrando a los “desaparecidos” y asesinados en nombre la patria militar.
Una de las víctimas recuerda la crueldad del tirano cuando reconoció que “se les daba sepultura en bolsas de plástico y en tumbas de a tres o cuatro plazas porque así salía más barato”. Los congregados pedían a Garzón entre consignas y lágrimas que procesara a la “bestia”, como lo han denominado el grupo chileno Los Tres, por asesino, ladrón y narcotraficante. Delitos por los que efectivamente tiene el general abiertos procedimientos judiciales que marchan tan lentos como rezaba el cartel de uno de los asistentes, mientras el superjuez reconocía a los asistentes que “esta historia que aquí hoy nos mueve representa el fiasco del sistema que olvida y maltrata a las víctimas”, calificando de fracaso la declaración que esa misma jornada hizo la Bachelet proclamando el 31 de agosto día del “desaparecido”. Una iniciativa oportunista que compitió y ganó en foto y tratamiento en la prensa del otro día al sentido recuerdo de las víctimas en el cementerio. Entre ellas la viuda de Víctor Jara, a la que abracé con profundo respeto testimoniándole la admiración de miles de jóvenes estudiantes que en los 70 escuchábamos los discos de su marido con absoluta veneración. Me contrarié cuando a la caída de la tarde de recuerdos y añoranzas, de claveles rojos e impotencia, no pude dar con el nicho del autor del “te recuerdo Amanda”, tras presenciar el enorme mausoleo de Allende unas cuadras más allá, en el patio de los hombres egregios entre los que debiera de figurar el que escribiera “ a desalambrar”. No obstante, sin ser devoto de las causas nacionales del juez Garzón, lamenté que ningún miembro del partido socialista que gobierna Chile se entrevistara con el magistrado. Esa y otras impresiones ya reseñadas me inclinan a pensar que la democracia en Chile no está del todo asentada, siendo muy importante la presencia del ejército en la vida civil del país andino. No habrá plena democracia allá hasta que los culpables de tantos crímenes sean finalmente juzgados y condenados. El sentimiento de impunidad es latente en un pueblo hastiado de incontables promesas que no acaban de cumplirse. Una es urgente, “que se haga JUSTICIA”.

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